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Juntos Podemos

Ser madre soltera es difícil. Hacer el mismo trabajo durante una pandemia mundial ha sido una tarea aparentemente imposible que se ha logrado llevar a cabo día a día.

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Ser madre soltera es difícil. Hacer el mismo trabajo durante una pandemia mundial ha sido una tarea aparentemente imposible que se ha logrado llevar a cabo día a día. En marzo de 2020, me encontraba haciendo mis maletas para realizar uno de mis múltiples viajes habituales a Washington, D.C. por mi trabajo como Directora Nacional de Participación Cívica en el Fondo Educativo NALEO, cuando recibí un correo electrónico avisándole a todos los asistentes a la reunión que ésta se cancelaba hasta nuevo aviso. Unas horas más tarde, la escuela de mi hija les informó a los padres de familia que, por precaución, se les pedía a todos los estudiantes que trabajarán a distancia. Nunca me imaginé que, en cuestión de días y semanas, estaría recogiendo un chrome book para mi hija para continuar el aprendizaje virtual indefinidamente, y mi equipo de informática me enviaría mi segunda pantalla de computadora y una impresora para lo que parecía ser una larga temporada de trabajo a distancia.

Durante este tiempo, el Fondo Educativo NALEO, se encontraba en medio de una de las campañas más grandes y robustas del Censo 2020 que la organización había realizado. A medida que todo nuestro equipo de campo cambiaba estrategias y tácticas en tiempo real a un espacio totalmente virtual en cuestión de días, nos quedamos con cajas de materiales de campaña que nunca se darían para evitar el contacto en persona. Tampoco me imaginaba que además de dirigir una campaña nacional masiva para el censo, me convertiría en co-maestra y tutora; y en días en que no había escuela, estaría de mamá de tiempo completo en medio de un mar de llamadas de Zoom y otros asuntos relacionados con el trabajo.

Con un aumento vertiginoso en los índices de infección y mortandad en el condado de Los Ángeles, aunado a las directrices de salud pública oscilantes en relación a reuniones con distanciamiento social y órdenes de quedarse en casa, comencé a preocuparme cada vez más sobre la salud y la seguridad de mis padres ya mayores, y por supuesto, de la salud y seguridad de la niña de mis ojos, mi hija Rosita de once años. Conforme íbamos aprendiendo más sobre la pandemia, nuestras comunidades comenzaron a soportar un bombardeo de infodemia, un mar de desinformación e información errónea entorno a todo lo relacionado con el COVID-19, desde la efectividad de los cubrebocas hasta la existencia del propio virus, mucho viniendo del entonces presidente Trump. A medida que COVID-19 comenzó a asediar cada aspecto de nuestras vidas, como muchas familias, la mía comenzó a tener la horrible experiencia de ver a seres queridos pasar de estar vivos una semana a fallecer a la siguiente. Como mamá, estaba aterrada, confundida y frustrada con aquellos que se rehusaban a reconocer la severidad de la pandemia. Al igual que otras familias, esta frustración se convirtió en una mentalidad demasiado cautelosa en donde nos rehusamos a salir de nuestra casa o interactuar con alguien más por algún tiempo.

Ha pasado ya un año desde que puse un pie por última vez en mi oficina, desde que mi hija vio su salón de clases o que experimentamos cualquier sensación de normalidad. Durante este tiempo, hemos llorado la muerte de más de medio millón de nuestros hermanos, hermanas y vecinos, muchos de los cuales ya se encontraban en comunidades socioeconómicamente devastadas. Esta realidad ha puesto en relieve la necesidad de esfuerzos de recuperación polifacéticos que estén arraigados en la justicia para que nuestras comunidades pueden emerger de esta crisis con esperanza y resiliencias.

A pesar de estos desafíos, ha seguido siendo un honor gratificante trabajar para la campaña Juntos Podemos (Together We Can) del Fondo Educativo NALEO, en alianza con Kaiser Permanente, para ayudar a alentar el uso de vacunas en las comunidades latinas. Con la expansión de la elegibilidad de la vacuna el mes pasado para incluir a todas las poblaciones de 16 años en adelante, hay una luz al final del túnel. Y aunque mi hija solo tiene once años y probablemente tendrá que esperar hasta principios de 2022 para recibir su vacuna, tengo fe que mientras que ella y otros niños como ella esperan, el resto de nosotros cumpliremos con nuestra responsabilidad de vacunarnos. Como mamá, puedo monitorear lo que mi hija ve en la tele, su alimentación e incluso cuándo regresa al aprendizaje en persona, sin embargo, no puedo controlar si todos los que están a nuestro alrededor se vacunan. Es por eso que este Día de las Madres, mientras celebramos la maternidad, también celebremos nuestro papel de mamás y lo que significa ser una, las protectoras de nuestros hijos. Es por esto que nos corresponde hacer todo lo que podamos para asegurar que todos estemos vacunados. De esta manera, a medida que la vida se reinicia y nuestras comunidades se reconstruyen, estaremos preparando el terreno para que nuestros hijos prosperen con optimismo para el futuro.

Hagamos de este Día de las Madres un día de paz y deber, en donde juntos mantengamos a nuestros hijos a salvo comprometiéndonos a vacunarnos.

Conozca más sobre cuándo, dónde y cómo se puede vacunar en un lugar cerca de usted visitando hazloporamor.org o vaccinefinder.org.


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